Los Eskenazi, los socios del saqueo

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En estos días ganó la primera plana de los medios de comunicación el fallo de la jueza Preska que exige que el Estado Argentino ceda el 51% de las acciones de YPF, como parte de pago, a un par de Fondos Buitres. Un fallo insólito de brutal carácter imperialista. Una jueza que desde un escritorio de Nueva York resuelve sobre el patrimonio de los argentinos en forma terriblemente ruinosa para sus habitantes. En LID ya hemos publicado el repudio a esta intromisión del juzgado de Nueva York y el rechazo a la “prórroga de jurisdicción”, el sometimiento de los contratos celebrados en el país a la justicia yanqui. Una incorporación a nuestra legislación hecha por gobiernos dictatoriales y mantenida por todos los gobiernos desde la vuelta del régimen democrático desde 1983.

Soberanía

Está claro que para el gobierno de Milei hay que rematar todo lo que esté en manos del estado, fanáticos de un país sometido al capital, cuanto más concentrado, mejor. Y si es yanqui, mejor aún. El Estado que no haga nada, salvo reprimir, y los privados solo aquello que les traiga ganancias. El que se queda afuera, se jode.

Pero en la oposición a este gobierno y en rechazo a esta avanzada, hostigados por las recetas del FMI, por presión política y económica de los EEUU y del gran capital financiero, circula con más fuerza la idea de soberanía. Pero si los opositores de ahora, y que gobernaron antes, son defensores del patrimonio nacional, ¿Cómo llegamos hasta acá?

En primer lugar, todos sabemos que el peronismo, con todas sus alas, fue protagonista de la privatización de YPF. Cuando regalaban todo y eran los líderes del neoliberalismo. Después vino la rebelión popular del 2001, se instaló el repudio generalizado al período neoliberal y el gobierno de los Kirchner se montó sobre estas nuevas directivas de la sociedad para recomponer la debilitada autoridad estatal. El “caso YPF” sirve para seguir los pasos de su concepción de la soberanía, otra forma de depredar lo que pertenece a todos los argentinos.

La argentinización de YPF

Los Eskenazi, tenían una empresa constructora. A fines de los 90, cuando los Kirchner todavía estaban en el período neoliberal, se quedan con el Banco de Santa Cruz. Y en el 2008 con el 25% de YPF, a pagar con las ganancias futuras de la empresa que controlaba la Repsol. Sin ninguna experiencia en el rubro, crean una rama de su empresa, Petersen, con sede en España al solo efecto de quedarse con esas acciones.

Raúl Dellatorre, escribe a fines del 2007 la descripción del proceso que se venía para YPF, la argentinización y los motivos de la misma: Para la Repsol «la venta “representará bajar su nivel de exposición en Latinoamérica, que trocaría por inversiones en áreas de exploración y producción en el norte de África y en el Caribe… Eso mejorará el perfil de la compañía frente a los evaluadores de inversión en los principales mercados financieros mundiales (…) ya que América latina se ha convertido en un ´territorio peligroso´ para las petroleras, después de los fuertes cambios de reglas de juego introducidos por Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia (1)

«Para el Gobierno, en tanto, el hecho de que un grupo local como el encabezado por Eskenazi se integre a YPF SA es considerado un paso adelante en el involucramiento en un sector estratégico. En particular, por tratarse de un empresario muy allegado a los hombres fuertes de la política santacruceña”. (2)

Así era el negocio. ¿Cuál fue el resultado para la Argentina?

Hay un derrumbe de la balanza comercial energética. El país pasó de tener ingresos netos por este rubro a iniciar un período de brutal déficit, que se extenderá por más de una década. Así pagó el país el chiste de la «argentinización».

Y del 2008 a 2012 se profundiza terriblemente la caída que sufría YPF la Repsol en la producción de gas.

Esto no pasó por casualidad. “Para garantizar que Petersen pueda pagar los ‘préstamos’ que recibió de Repsol, Petersen y Repsol también acordaron incorrectamente que distribuirían como dividendos el 90 % de las ganancias de YPF, en lugar de reinvertir esas ganancias en YPF y además acordaron pagar una cantidad adicional como dividendo especial de $ 850 millones, independientemente de las ganancias reales” (3).

Como vemos, la «argentinización» fue un cambio en el que Repsol profundizaba la fuga de las divisas que necesitaba YPF para seguir produciendo, y a cambio le permitía al gobierno dejar que un amigo se haga del 25% de las acciones sin poner un peso. Se estima que en ese período se llevaron 5.000 millones de dólares de dividendos. El país más arruinado.

La soberanía nacional, por la mayor presencia de empresarios nacionales, solo sirvió para acelerar un proceso de vaciamiento y para que algún empresario amigo del poder del momento se llevara algunos miles de millones de dólares. Podemos recordar casos similares como la producción nacional de la vacuna contra el cobid, AstraZeneca, cuya producción realizó MabScience, del empresario argentino Hugo Sigman. Y que terminó con toda la producción en EEUU antes de poder vacunar a los argentinos. O el desfalco al banco Nación del principal exportador “nacional” de granos, Vicentín.

La soberanía que proviene de la nacionalidad de nuestros empresarios no suele ir mucho más allá del robo. Todos ellos son socios menores del gran capital internacional y sin ninguna predisposición a que prevalezcan los intereses del país por encima de llevarse dos pesos más.

La estatización

Para el 2012 la conducción de YPF era un problema, los que administraban la compañía tenían el acuerdo de llevarse todo dólar que entrara, crecía el déficit comercial y faltaba gas. El descubrimiento de Vaca muerta daba la posibilidad de revertir la situación, pero era imposible de la mano de Repsol. Y por otro lado había que tapar las consecuencias de la “argentinización”. Así se estatiza. El gobierno sostiene en principio que no se iba a pagar un peso más a los saqueadores de Repsol… a los que finalmente se les paga 5.000 millones de dólares por el 51% de las acciones expropiados. ¿Y qué pasa con los Eskenazi?

YPF estatizada decidió dejar de repartir dividendos para poder afrontar mínimamente las inversiones necesarias. Algo que en determinados períodos puede decidir cualquier empresa, capitalizar sus ganancias. Los Eskenazi, que no pusieron un peso y que se llevaron en esos 4 años algunos cientos o miles de millones de dólares decretaron la quiebra de sus empresas. Se habían llevado millones y millones de dólares y aún conservaban el 25% de las acciones, pero como tenían que pasar un tiempo sin cobrar dividendos, quebraron las empresas. ¿Será que se quedaron sin plata?

En lo más mínimo, según informa oficialmente el BCRA, entre 2016 y 2019 los Eskenazi compraron en el mercado libre de cambio estos pocos millones de dólares para ahorrar (4)

Un grupo de empresarios llenos de guita, que al cambiar sus condiciones mandaron la empresa creada para ser parte de YPF a la quiebra. No vaya a ser que, aunque sea solo por un tiempo tengan que poner algo de sus bolsillos. Y en el marco de la quiebra no tuvieron ningún problema en venderle el derecho a hacerle juicio a la Argentina por la expropiación, que los salvaba del desastre, al fondo Buitre Burdfor. A sabiendas de que estos fondos tienen alta influencia en los tribunales de Nueva York, le cedieron el 70% de lo que surja del juicio, que hoy reclama el 51% de las acciones de YPF.

Los Eskenazi están dispuestos a que un fondo buitre se robe miles de millones de dólares del patrimonio nacional a cambio de quedarse con una parte menor de esa estafa. Los Eskenazi deberían estar expropiados y presos.

La pelea por la Soberanía Nacional

En la actual etapa YPF se encuentra estatizada (en realidad, mayoría accionaria estatal del 51 %, mientras que otra parte permanece en manos privadas). Esta etapa inició un proceso de recuperación de las reservas de gas y petróleo, aportó al crecimiento de la producción y a terminar con la necesidad de importar cada vez más energía desde otros países. A pesar de ello tenemos un tercio del país que no cuenta con gas natural en sus domicilios y estamos pagando tarifas carísimas.

Pero sin el control de los trabajadores, en manos de estos empresarios y de los gobiernos que trabajan para ellos, una empresa estatizada no es garantía de soberanía ni mucho menos. Contratos leoninos como el que se firmó con la Chevron, totalmente secreto. Directores que cobran 70.000 dólares por mes, la pauta publicitaria que usa el gobierno de Mieli, los negociados que le permiten a un chanta como Javier Iguacel transformarse desde la nada en empresario petrolero, son una prueba de ello.

Y lo más grave, el uso de la principal empresa del Estado como aportante de dólares que necesita el Ministerio de Economías. A principios del año pasado “YPF consiguió USD 800 millones del mercado financiero internacional a una tasa del 9.5% anual. Llamativamente esta colocación de deuda global tiene como destino financiar flujo corriente previsto en el balance de la petrolera” (5). Esta es una práctica que utilizó sistemáticamente la última dictadura militar, YPF fue obligada a tomar créditos millonarios en dólares para volcarlos al mercado de cambios, para sostener el dólar barato. Y así, llenándola de créditos con intereses caros, hicieron de YPF una empresa superendeudada. Excusa para después privatizarla. El círculo de depredación del patrimonio nacional no se detiene.

Solo con los trabajadores movilizados, participando de las decisiones sobre el rumbo de la empresa y la forma en que los recursos nacionales son utilizados en beneficio del conjunto de la población, vamos a poder hablar verdaderamente de soberanía nacional.

Notas:

1 Página 12 27/12/2007
2 Idem
3 El Cohete a la Luna 30/7/23
4 Idem
5 La Política On Line Luciana Glezer 11/01/24

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