Federico León indaga en el proceso creativo presente en todo montaje teatral

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“Quería que el público asista, en tiempo presente, a una serie de pruebas, experimentos y transformaciones de un grupo de actores en pleno proceso creativo”, dice Federico León sobre “El trabajo”, su nueva obra que es el sexto estreno del año de Paraíso Club, la comunidad de socios que funciona como una casa de producción y hace posible la creación de obras como ésta ofreciendo el debut de un espectáculo mensual.

“El trabajo” pone en escena a un grupo de participantes de un taller en busca de una forma de experimentación radical. La tríada protagónica encarnada por Santiago Gobernori, Beatriz Rajland y el propio León aplican una serie de reglas, acuerdos, mandamientos y protocolos estrictos.

León, creador de las geniales «Los tiempos», «Cachetazo de campo» o «Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack», lo sintetiza de este modo: “El trabajo tiene que ver con los talleres que doy y con los talleres a los que asistí. La obra muestra a un grupo atravesando un proceso de aprendizaje, de creación, de búsqueda. Cada uno tiene que trabajar algo con el objetivo de modificar algunos patrones de conducta.”

Ofrece funciones en Zelaya, Zelaya 3134, el viernes, sábado y domingo a las 20. Conversamos con León.

El trabajo prensa 6 – foto @Wo Portillo del Rayo.jpg

Imagen de la obra que da cuenta de la disciplina y objetivos presentes en los talleres de dramaturgia y actuación.

Periodista: Escribiste una obra que tiene elementos de la disciplina y objetivos de los talleres de dramaturgia y actuación ¿por qué este disparador?

Federico León: Hacía tiempo que quería hacer una obra sobre el trabajo que hago en los talleres que doy y los talleres a los que asistí cuando estudiaba. Poner en escena ese proceso que se da en las clases. Yo actúo en la obra y de alguna manera experimento, en carne propia, lo que suelo proponer en los talleres.

P.: ¿Qué ves en ese mundo de los talleres como material interesante para llevar a escena?

F.L.: Hay algo abierto y de mucho potencial en todo lo que va apareciendo en los talleres. A veces en el proceso de ensayo de una obra se cristalizan o se cierran cosas que en el espacio de experimentación y de puro proceso que se da en el taller quedan abiertas y más vivas. Quería hacer una obra que refleje ese estado de proceso, de búsqueda. Que el público asista, en tiempo presente, a una serie de pruebas, experimentos y transformaciones de un grupo.

El trabajo 3.1 – foto @Wo Portillo del Rayo.jpg

P.: ¿Cómo son quienes participan de los talleres o cómo describirías ese trabajo grupal?

F.L.: Los participantes son muy diversos. Vienen de diferentes lugares: del teatro, la danza, el cine, las artes visuales, la literatura, la música.

En el espacio del taller lo importante es la experiencia y ver qué es lo que va apareciendo-emergiendo en cada uno de nosotros durante la experimentación. La premisa es auto-observarse, seguirse el rastro, no desestimar nada; lo que siento, pienso, fantaseo, sueño, las ideas que tengo, cómo reacciono, cómo me tomo las cosas: miedos, proyecciones, ansiedad, todo eso habla de mí y es un material precioso que me constituye y que tengo que compartir con los demás. Es como un sueño. No lo puedo juzgar. Viene así (soy así). Lo que puedo es intentar desentrañarlo, amplificarlo, profundizarlo, asociar-relacionar cosas, trabajar a favor y en contra de ciertas tendencias. No puedo decir “me hubiese gustado soñar otra cosa”. Es eso. Es mi material que me constituye. En principio tengo que honrarlo, hacerme cargo de lo que tengo. Afuera del espacio del taller (en la vida) es otra la lógica, las necesidades, las urgencias. Es más difícil compartir mi vulnerabilidad, mis miedos, mis dudas.

P.: ¿Tu propuesta tiene que ver con acercar al público a una propuesta relacionada con el teatro dentro del teatro?

F.L.: Tiene más que ver con trabajarse a uno mismo. Ser cada vez más consciente-contemporáneo a mis intereses-búsquedas-investigaciones actuales. El taller propone observar cómo funcionamos, qué piezas tenemos, cómo las usamos, cuáles son nuestras maneras de mirar las cosas, por qué tenemos esa mirada. Poner sobre la mesa mi historia, mis procesos. Creo que todo esto va más allá del teatro. Es una práctica de auto-observación y de reflexión sobre mis propios procesos. Pueden ser procesos creativos o de la vida (no los veo muy separados); cómo soy en mis vínculos, con mi hijo, con mi familia, con mis amigos, con el trabajo. Intentar por un momento “elongar” algunos patrones de conducta, modificar formas de mirar y de mirarse.

P.: ¿Cómo ves a las nuevas generaciones de artistas tanto desde la escritura como desde la actuación?

F.L.: Hay una gran cantidad de obras y de actores y actrices buenísimas, a pesar de esta época tan complicada. Juntarse con un grupo y atravesar un proceso, con todo lo que un proceso trae (bueno-malo-misterioso) me parece que es algo que hay que sostener, sobre todo en esta época.

P.: ¿Cómo se sustenta tu espacio de arte en Zelaya? ¿Cómo es sostener estos espacios independientes hoy?

F.L.: Zelaya se sustenta con subsidios del INT y de Proteatro y también con la programación y con los talleres que doy y que dan otros artistas.

P.: Y en esta línea, ¿cómo te resultó estrenar con el apoyo de Paraíso Club y qué importancia le das a comunidades de este tipo?

F.L.: Que un grupo numeroso de artistas pueda articular un proyecto así me parece increíble y muy estimulante, sobre todo en esta época. Paraíso crea una comunidad que sigue y comparte de cerca los procesos creativos de las obras. Y por otro lado estimula a los artistas a compartir sus procesos de trabajo, algo que generalmente queda en la intimidad de los ensayos y solo se comparte con el equipo de la obra. Estoy contento de formar parte de esta comunidad.

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