Drones rusos en Polonia: qué dice el Artículo 4 que la OTAN analiza para actuar

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La madrugada del 10 de septiembre marcó un punto de inflexión en la guerra de Ucrania y en la seguridad europea. Al menos 19 drones rusos penetraron el espacio aéreo polaco durante un ataque masivo sobre territorio ucraniano. Las fuerzas de Varsovia, con apoyo de cazas F-35 holandeses y aeronaves de vigilancia de la OTAN, derribaron varios de estos aparatos. El primer ministro Donald Tusk calificó la incursión como “una provocación a gran escala” y anunció una decisión histórica: la invocación del artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte.

Un mecanismo político de alerta

El artículo 4 establece que los Estados miembros “se consultarán cuando la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de las Partes fuere amenazada”. A diferencia del artículo 5, que obliga a una respuesta colectiva en caso de ataque armado, el artículo 4 no implica automáticamente una acción militar. Funciona como un dispositivo de alarma política: fuerza a los aliados a reunirse de manera urgente en el Consejo del Atlántico Norte para evaluar la situación y coordinar una estrategia común.

Históricamente, esta cláusula ha sido utilizada con cautela. Antes del caso polaco, solo había sido invocada en siete ocasiones desde la fundación de la OTAN en 1949. Turquía lo hizo en varias oportunidades a raíz de conflictos en Medio Oriente; los países bálticos y Polonia recurrieron a ella tras la anexión rusa de Crimea en 2014; y en 2022 volvió a activarse en respuesta a la invasión rusa de Ucrania. La decisión de Varsovia, por tanto, no es un gesto aislado, sino parte de una secuencia que revela hasta qué punto Moscú empuja los límites de la seguridad europea.

Una frontera en disputa

La importancia de este paso radica en que se trata del primer incidente confirmado en el que drones rusos han sido derribados sobre territorio de un país miembro de la OTAN. Polonia se presenta así como el eslabón más vulnerable —y a la vez más firme— de la defensa occidental. Desde el inicio de la guerra, Varsovia se ha convertido en uno de los principales proveedores de ayuda militar a Kiev y en la principal puerta logística de armamento hacia Ucrania. La respuesta rusa a ese protagonismo no solo busca desgastar a Ucrania, sino también poner a prueba la cohesión de la Alianza.

Para el gobierno de Tusk, invocar el artículo 4 significa elevar el incidente a la categoría de amenaza compartida. En otras palabras, impedir que se lo perciba como un problema bilateral entre Polonia y Rusia. Al llevarlo al plano colectivo, Varsovia asegura que el episodio no quede diluido en la rutina de escaramuzas fronterizas, sino que obligue a la OTAN a tomarlo como un desafío a todo el bloque.

Implicaciones estratégicas

La activación del artículo 4 abre la puerta a medidas de refuerzo militar y diplomático. Entre ellas, el despliegue de más tropas en el flanco oriental, patrullajes aéreos adicionales, fortalecimiento de los sistemas antimisiles y, en paralelo, un endurecimiento de las sanciones económicas contra Moscú. No se trata aún de un casus belli, pero sí de un escalón que acerca a la OTAN a un nivel de confrontación más alto con Rusia.

El mensaje es inequívoco: si Rusia prueba los límites de la seguridad polaca, se enfrenta a la respuesta colectiva de los 31 aliados. El hecho de que el derribo de drones haya involucrado a aeronaves holandesas y sistemas de vigilancia multinacionales refuerza esta señal de unidad.

Una señal a Moscú y al mundo

Desde una perspectiva internacional, la decisión polaca tiene un doble efecto. Hacia adentro de la OTAN, consolida la cohesión en torno al principio de defensa compartida. Hacia afuera, envía a Moscú la advertencia de que incluso acciones indirectas —como el desvío de drones en plena operación contra Ucrania— no quedarán sin respuesta política.

Tusk sintetizó el momento con una frase contundente: “Estamos más cerca que nunca de una gran guerra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”. Esa declaración no es mera retórica; busca preparar a la opinión pública para un escenario de prolongada confrontación y al mismo tiempo presionar a los aliados a no relegar el conflicto ucraniano a un segundo plano frente a otras crisis globales.

Una Europa en vilo

La invocación del artículo 4 no equivale a una declaración de guerra, pero sí es un gesto de máxima seriedad en la escala diplomática y militar. En un continente que aún recuerda los traumas del siglo XX, la posibilidad de que un incidente fronterizo se transforme en detonante de una escalada mayor no es descartable.

La clave estará en la capacidad de la OTAN para mostrar disuasión sin caer en una espiral de provocaciones. Polonia, en tanto, ha trazado una línea clara: no aceptará que su espacio aéreo se convierta en terreno de maniobras rusas. El desafío para Europa y para Estados Unidos será sostener esa firmeza sin abrir la puerta a una confrontación directa.

La historia demuestra que el artículo 4 no es un mero trámite administrativo, sino un termómetro de las crisis más agudas del continente. Que hoy lo invoque Polonia, epicentro del choque entre Occidente y Rusia, es la prueba de que la seguridad europea ha entrado en una nueva fase de tensión y de incertidumbre.

por R.N.

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