Una pupila gigante que guarda todo lo bello y lo doloroso de una vida: El cielo cayendo

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Y si los tiempos se exacerban cada vez más, no hay lugar para la reflexión, lo que pasa a diario frente a uno en formato material o mediado por pantallas es tanto que a veces lo cruel, lo terrible, se distancia por segundos de lo bello. “El cielo cayendo” de Sebastián Díaz Morales, en una orquestación muy precisa, reparte imágenes y sonidos que invitan a una nueva consciencia.

El cielo cayendo” es la exhibición que acaba de inaugurar con entrada libre y gratuita la galería porteña Arthaus (Bartolomé Mitre 434) donde la propuesta es desplegar “lecturas sobre un mundo en trance”.

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La entrada es oscura, envolvente. Allí tres pantallas imponentes se despliegan, los audios llegan desde diferentes rincones. En el centro, un círculo donde a sentarse, la perspectiva al frente muestra una pupila gigante donde pasan bellos pájaros, militares, paisajes, terrores. El ojo pestañea, cae una lágrima, el refucilo de imágenes continúa. En esa quietud del espectador, frente a esa vorágine visual, provoca un chispazo: el tuyo.

El artista tiene en importantes colecciones como el Centro George Pompidou, la Tate Gallery y la Colección Pinault, entre otras. “El cielo cayendo” podrá verse hasta el 16 de Noviembre.

Esta exhibición fue realizada con el apoyo de Mondrian Fonds e indaga en el corazón mismo de la producción de imágenes contemporáneas para subvertirlas y hacerlas estallar.

Qué ves

Compuesta por seis obras de video cuyo despliegue envuelve al visitante en un paisaje visual y el ambiente sonoro diseñado por el compositor Philip Miller. La muestra es una instalación que permite construir una escena sensorial y un entorno de objetos escenográficos como escena de un derrumbe. La curaduría es de Jorge La Ferla, quien fuera profesor del artista.

Este paseo audiovisual es una mirada cruda sobre el estado actual de la humanidad y consolida la voz de un artista que explora las facetas conflictivas de la existencia, proponiendo un diálogo crítico y urgente.

El cielo cayendo es parte de un trayecto de tres décadas que el artista inició con sus escenas de formación, la Universidad del Cine en Buenos Aires, la Rijksacademie en Amsterdam, Le Fresnoy – Studio National des Arts Contemporains, en Tourcoing, Francia. Una formación que fue del cine al video y a las tecnologías digitales bajo la forma del video monocanal o las instalaciones.

El cielo cayendo es una nueva producción que se presenta por primera vez en Buenos Aires, de una serie de videos que provienen del registro de cámara, casi sin recurrir a edición, poniendo en escena un mundo en transición construido en estudio.

Para Sebastian Díaz Morales: “Vivimos en la era de la distopía como mercancía: guerras reducidas a infografías, colapsos ecológicos empaquetados como contenido viral, extinciones convertidas en narrativas de entretenimiento. Frente a este imaginario agotado, El cielo cayendo propone no sumar nuevas imágenes al catálogo del desastre, sino desmontar las existentes hasta encontrar en sus entrañas los códigos para reescribir el futuro”.

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“La instalación opera como un sistema digestivo para imágenes tóxicas. Un ojo- cámara que metaboliza activamente la violencia del mundo —guerras, catástrofes climáticas, crisis migratorias— transformándola en una proyección distorsionada: datos digitales corruptos y emulsión fotográfica deteriorada documentando el colapso desde dentro, como huellas de una memoria técnica enferma que tanto registra como reproduce su propia destrucción”.

Según el curador de la muestra Jorge La Ferla esta obra es “una exposición que evidencia la ausencia de la materialidad original de los soportes audiovisuales: el fotograma, la cinta de video, el monitor, el proyector de tres tubos han sido reemplazados por la computadora y sus operatorias: algoritmos y tráfico de datos. El streaming –enviado por las redes desde el estudio de Díaz Morales en Ámsterdam– es formateado e intervenido para ser distribuido a través de códigos y sincronismos. Son los miniordenadores raspberries ocultos en las dos salas que, programados, operan como controladores de toda la información de sonido e imagen. Los parlantes intervenidos son el testimonio de un ambiente distópico como objetos escenográficos que juegan con la idea del derrumbe. Una escenografía efímera de un mundo en transición del cual el arte tecnológico es simulador y testigo. Un relato para armar para el ojo, el oído, el cerebro del visitante de un cielo cayendo que no puede esperar”.

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